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Textos de Xesús Vázquez

27 febrero - 17 julio 2020

*pintura *exposición

[Ourense, 1946]⠀

Desde su infancia reside en Santander. Se traslada a Madrid para estudiar Bellas Artes; sin embargo, lo que más le interesó fueron sus visitas al Museo del Prado. Su primera muestra la realizará en el Museo Arqueológico de Ourense en 1968. ⠀
En 1975 viaja a París donde se entusiasma con la pintura de renacentistas y románticos. Participará en importantes exposiciones colectivas y también individuales; en España, Europa, Estados Unidos y Japón. En estos años compatibiliza el trabajo pictórico con la escritura de poesía, llegando a publicar varias obras: “Desexo y Morte”, “Para el ojo” y “Mitad del gozne”. En 1980 expone en ARCO tras entrar en relación con la galerista Juana de Aizpuru. También con esta galerista realizaría la serie La internacional en 1994. ⠀
En 2005 se celebraría en el Centro Galego de Arte Contemporáneo una gran retrospectiva de su obra. Recientemente, en 2018 y de la mano de la galería Siboney, presentaría en la Biblioteca Central de Cantabria su último trabajo: "Hinterland", serie a la que pertenecen las obras expuestas en nuestra exposición "Encarnaciones", y que agradecemos expresamente al autor por habernoslas cedido. ⠀
En su blog pueden verse algunas de sus piezas de videoarte https://xesusvazquez.blogspot.com/⠀
 
 
Esta semana os ofrecemos una serie de textos escritos por el artista Xesús Vázquez entre 1995 y 2006 en los que reflexiona sobre el arte, la concepción de la obra y la dimensión del artista entre otros temas.
 
MEDIO Y MATERIA.

El trabajo artístico tiene que ver, en algunas de sus manifestaciones, con ciertos comportamientos semiautomáticos que se adoptan en la playa: trazar arcos en la arena con los pies, caminar arrastrándolos, dejar que la arena se deslice por el hueco de la mano o entre los dedos, hacer surcos, mirar, excavar agujeros.

Es decir, uno se sitúa relajadamente en un medio y ensaya diversas formas de relacionarse con un material, la arena, sin otro fin que la propia relación con él.

LA CONCEPCIÓN.

El momento anterior a comenzar un cuadro con o sin un ligero proyecto de lo que pueda llegar a ser, es ya un mundo. El mundo de las decisiones, de los sueños, del cálculo. El mundo de “por qué hay algo y no más bien nada”. Y, ya que hay algo o algo va a ser comenzado, por qué no estar ahí toda la vida, en un solo cuadro, un Bonnard corrigiendo todos los días. O la parálisis, por qué un cuadro más; por qué no me limito a pensar el cuadro de toda una vida, el cuadro big bang, el de la suprema soberbia y la infinita melancolía, el que nunca existirá.

“IRREPRESENTAR”

Irrepresentar es la labor del artista aunque se convenga que todo arte es tanto representación como aparición de lo no visto en tanto que desplazamiento del significado del acto de representar.

Hay que permitirse la licencia de la palabra irrepresentar, pues a lo largo del recorrido de fabricar eso no visto que es la obra, van apareciendo multitud de posibilidades o versiones que sólo cuajan por un acto de voluntad que simula la epifanía: la obra acabada como un corte en un proceso continuo de revelado, cuya modesta tendencia es el camino de escape a la no articulación, a la nada.

No extraviarse entre la maraña de apariciones tanto reales como imaginadas que se van formando en el proceso de trabajo, así como resistir la tentación del abandono y la parálisis, requieren buenos mapas.

Para Schopenhauer, referido a la escritura, esos mapas describen el territorio de la decencia. La indecencia son los libros escritos sin ideas propias; o sin meditar y pulir las propias ideas; o escritos sin tener, previamente, una idea. Indecentes son pues, diríamos –dice él–, la mayoría.

Para Stravinsky, tal cartografía, constituye un dogma. El que el artista elige para conducirse por un camino de entre los infinitos que la libertad le presenta.

TAPAR. EXCAVAR.

En la tremenda Pietá que Tiziano dejó inacabada, el rosado del manto que envuelve al personaje arrodillado a la derecha, un autorretrato que se ha interpretado como San Jerónimo, José de Arimatea o Job, está elaborado por la superposición de más de quince capas de color, encima, como es normal en su pintura, de otra tanda de capas que construyen los medios tonos, y bajo estas, más capas con el color de la carne, y bajo estas, las grises de la arquitectura que aparece en el cuadro.

El tapar de la pintura como pozo en negativo.

“Cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez”, escribe Celan.